LA REVOLUCION CUMUNERA EN CASTILLA
La doble historiografía tradicional y la Revolución de las Comunidades
Tras la derrota de las Comunidades van a surgir dos corrientes historiográficas contrapuestas, que adquieren su madurez en el siglo XIX y principios del XX; son, la conservadora (Danvila, Menéndez Pelayo, Marañón...) y la liberal (Modesto Lafuente, Azaña...). El enfoque conservador es genéticamente sucesor de quienes habían vencido en Villalar y se puede enunciar así: la victoria real posibilitó la forja de un estado unitario que, bajo la bandera de un catolicismo militante, se abría a la más alta misión imperial. Correlativamente, el bando comunero habría defendido sólo objetivos de corto alcance, y su derrota habría sido providencial.
Este pulso se decanta del lado liberal en los años sesenta del siglo XX de la mano de dos investigadores: José Antonio Maravall (Las Comunidades de Castilla. 1963) y Joseph Pérez (La revolución de las Comunidades de Castilla. 1970). Ambos autores actualizan los fundamentos de la interpretación liberal, que quedaría resumida de este modo: las Comunidades es una revolución de rasgos modernos, derrotada no por su espíritu decadente, sino, al contrario, por su precocidad. Los comuneros estarían adelantándose en ciento veinte años a la revolución inglesa de Cromwell.
Es sintomático que la interpretación de las Comunidades como “revolución burguesa” (superando la tesis conservadora que atribuía al movimiento un carácter medieval) se instale en el Estado Español muy avanzado el siglo XX, es decir, “un poco tardíamente” en relación al avance de la hegemonía burguesa. Esto reflejaría la enorme hipoteca con intereses que arrastra la burguesía española respecto a los poderes ancestrales.
Cambio de enfoque: Historia antigua del socialismo
Hay que aclarar que lo de “revolución de rasgos modernos” es un eufemismo que quiere decir “burguesa”. ¿A qué se debe esta sustitución de términos? Se busca atribuir a la burguesía el rasgo de la modernidad y su monopolio; también, desorientar con un término ambiguo posibles pesquisas de lo moderno con otro signo, y, finalmente, desacreditar a las revoluciones campesinas, que, para esta historiografía, no son “modernas”, sino “milenaristas”. Y es que la formación de una conciencia historiográfica burguesa también contribuye a la estabilidad del bloque dominante.
La idea primordial del socialismo es la igualdad, originándose la praxis de donde irá surgiendo una teoría cada vez más ramificada. De este modo, el socialismo va adquiriendo la textura de una ciencia. Uno de los aspectos “que van apareciendo” en el desenvolvimiento de la idea socialista son las revoluciones, es decir, el paso obligado, crucial, traumático y decisorio para configurar una sociedad igualitaria. El comunismo, como ideología y como praxis, tiene una historia campesina de luchas y revoluciones anti-señoriales. Se trata de la historia antigua del socialismo. Esta tradición revolucionaria fue estudiada por Engels en Laguerra campesina en Alemania. Precisamente algo que se estaba gestando contemporáneamente a las Comunidades de Castilla, en Alemania, con el movimiento anabaptista y Tomás Müntzer.
Estas revoluciones se inician con reivindicaciones políticas, pero porque hay una masa social de descontento que es la que pretenden dirigir quienes disponen de una plataforma de expresión política, los patricios o burgueses; eso crea la ilusión de que una revolución arranca en ellos, pero si no existe dicha masa social, éstos tienden a canalizar sus inquietudes sin rupturas políticas.
Debido a ello, en los movimientos revolucionarios solía haber dos alas, que son la expresión de dos fenómenos diversos: lo que pasa en la superficie y lo que sucede más subterráneamente. Una de las alas se inclina más a un cambio de élites gobernantes, bien mediante una paulatina operación de recambio, bien mediante un derrocamiento. Otra, en cambio, aspira a una nivelación social por el camino de la eliminación del bloque explotador. Las dos partes de dichos movimientos revolucionarios forman una unidad contradictoria y ambas se alimentan mutuamente. El sector moderado se pone manos a la obra porque oye un sordo rumor de movimientos en el subsuelo, que pretende entonces capitalizar, utilizando como ariete
y como infantería a las clases explotadas. Pero, a su vez, para que estos cambios en el subsuelo se produzcan, las clases explotadas han necesitado oír un rumor de desavenencias dentro del bloque dominante o de rivalidades entre dicho bloque y algún sector no incluido en el bloque de poder y con unas expectativas menores de lo que su posición social le permitiría poseer.
Castilla, satélite de Flandes
En época de Isabel la Católica, la economía castellana se halla vertebrada en torno a una prolífica ganadería trashumante, especialmente de oveja merina (una lana de gran calidad). Dicha ganadería se organiza en una corporación de intereses aristocráticos, la Mesta, aliada con la burguesía comercial de Burgos que exporta lana a Flandes, Inglaterra y Francia.
Dos tercios de la producción -los mejores- se dedican a este comercio, lo cual debilita la competitividad de la industria textil castellana; además, los exportadores importan tejidos manufacturados europeos, perjudicando por partida doble el desarrollo de una industria autóctona. En el sur, una Sevilla en crecimiento, conecta comercialmente las primeras colonias americanas con la metrópoli, pero sólo para circunvalar el desarrollo económico de Castilla, abocada, como hemos visto, a un papel subsidiario y periférico en el esquema del incipiente y ya vigoroso capitalismo europeo.
La burguesía manufacturera pretende reservar la lana merina para la industria textil de Castilla, reivindicación que tiene el apoyo de los trabajadores textiles, los artesanos y, en general, de la pequeña burguesía urbana, un sector social dinámico, que contaba también con una significativa fuerza intelectual (licenciados, estudiantes, clérigos...). Este bloque defiende sus intereses vitales, pero, al mismo tiempo, aboga por un proyecto nacional progresista: desarrollar las fuerzas productivas y evitar que Castilla se vea atrapada en el remolino de ser suministradora de materias primas y compradora eterna de los productos manufacturados; es decir, el cuadro de una economía dependiente. En este contexto, tras la muerte de Isabel la Católica (1504), una parte de la opinión de Castilla tendrá la sospecha de que su hija Juana I está siendo víctima de una maquinación, para consolidarse una clase dirigente que se apoyaba en los Austrias y que cortaba el crecimiento de otros estamentos sociales, especialmente la burguesía manufacturera, entregando para ello el poder a los flamencos.
Flandes necesitaba para su desarrollo capitalista (comercial, industrial y financiero) a una Castilla no competidora, sino subordinada como economía lanar exportadora de esa materia prima y compradora de las manufacturas flamencas. Con las riquezas antillanas, el poder de compra aumenta y la acumulación de capital en su destino final, también. Cuando Carlos de Gante alcanza el poder en 1517, lo hace frente a los derechos de su madre (Juana I), lo que convierte al futuro emperador en un soberano rechazado por una fracción de sus súbditos. A esto se suma la impopularidad que causa el reparto de los puestos de poder entre flamencos y el saqueo que se establece por corrupción, exportación de moneda y nuevos impuestos destinados a pagar el empréstito de la subasta del título de Emperador. Las principales ciudades castellanas presionan entonces para que se reúnan Cortes, habiendo elegido a procuradores que van pasando del tono rogatorio a la mentalidad constituyente. Posteriormente, el pretendiente Carlos, tras haber efectuado un golpe de estado formal en lo que se refiere a la Corona de Castilla, obtiene, desde ese trampolín, el cargo de Emperador de Alemania, a causa de lo cual debe abandonar Castilla por un período que se prevé de tres años, en los que cede el gobierno a su preceptor, el cardenal flamenco Adriano de Utrecht.
El levantamiento: su lógica nacionalista y de lucha de clases
El desencadenante del levantamiento es la actuación de algunos procuradores que, en las Cortes de La Coruña, sometidos a presiones y sobornos, no cumplen con el mandato de sus ciudades, lo que provocará, a su regreso, destituciones, castigos y tumultos. El levantamiento comienza en Toledo y se extiende con rapidez por las principales ciudades castellanas, llegando a formarse una Junta General en Tordesillas, localidad donde se encontraba recluida la reina Juana I.
Las reivindicaciones que alimentan la rebelión son inicialmente de índole nacionalista: defensa de la industria manufacturera, cese de la exportación de moneda, que los cargos públicos no fueran reservados a flamencos y borgoñones, residencia de Carlos I en Castilla, no supeditarse a los intereses y a la lógica de la institución imperial... Este ideario tiene su concreción política en el deseo de limitar la autoridad real para que, junto a la vieja clase dominante (el rey y la nobleza, seglar o eclesiástica), apareciera en el cuadro de poder la nueva clase social en alza, un conglomerado urbano capitaneado por la burguesía manufacturera.
También existía una reivindicación generalizada, de carácter antiseñorial: la reducción o la eliminación de las alcabalas(1).
1 La alcabala era, junto con el diezmo, el impuesto más importante en la Corona de Castilla. Gravaba con un 5%-10% las compraventas y todo tipo de transferencias, fuesen muebles o inmuebles. La capacidad fiscal de cobrar alcabalas la ejercían los señoríos jurisdiccionales.
La Comunidad, como ámbito organizativo y de decisión, será la fórmula que va a definir a la revolución comunera, consistiendo en el conjunto del vecindario como entidad jurídica propia y capacidad representativa; o sea, que hablamos de una democracia directa de base, lo cual no deja de ser sorprendente (y más “moderno” de lo que algunos querrían). El pueblo intervenía activamente en las cuestiones políticas a través de las correspondientes asambleas de barrio o parroquia, y era la comunidad la que se arrogaba en exclusiva la capacidad de elegir a sus propios diputados (dos por parroquia o barrio), los cuales, a su vez, adquirieron una enorme importancia en las tareas de dirección política.
La Junta de las Comunidades, partiendo del carácter de Cortes, se convierten pronto en órgano constituyente y de gobierno.
La primera fase de la rebelión opera en el plano reformador y político; mientras tanto, la alta nobleza (los llamados “Grandes”) se mantiene expectante, porque las reivindicaciones comuneras apuntaban hacia el rey y sus flamencos. Aún no ven la amenaza y les parecerá mejor cálculo esperar a ser requeridos como ayuda y desquitarse así del orillamiento político a que les iba llevando una monarquía con un progresivo sentido de Estado(2). Toda la trayectoria de la nobleza vendrá determinada por una compleja actitud de simpatía inicial con un movimiento que ponía en jaque al Rey pero, poco a poco, fueron viendo que la lógica de la rebelión iba avanzando en contra de sus intereses.
La Revolución de las Comunidades queda circunscrita al Reino de Castilla (no confundir con la Corona de Castilla, que incluía a Galicia, Vascongadas, Andalucía, Extremadura, Canarias, Antillas...), teniendo su núcleo fuerte en las ciudades de una franja que va de Valladolid a Toledo. Más al sur, hubo ramificaciones, pero, en general, en Andalucía triunfó una oposición cerrada al movimiento comunero, debido al poder de las familias aristocráticas enriquecidas por el despegue comercial de Sevilla, exportadora de aceite y vino a las Indias. Crece también una burguesía mercantil que no se “sentía amenazada ante las perspectivas de la nueva dinastía, decidida a incrementar los intercambios con la Europa del Norte. La Andalucía agrícola y comerciante no podía sino salir beneficiada, en tanto que Castilla, agrícola, pero también artesanal y con deseo de desarrollarse industrialmente, quedaba reducida al papel de suministradora de materias primas, quedando, además, al margen de las rutas comerciales mundiales que aseguraban la prosperidad de los grandes puertos oceánicos”(3). Podemos hablar de un eje Valladolid-Toledo en la revolución comunera, mientras el bando contrario o realista descansaba en el eje periférico Burgos-Sevilla y sus intereses comerciales.
2 “...a los Grandes y caballeros les importaba que el César venciese, que no venciese demasiado y que no venciese enseguida”. Plumas y palabras. MANUEL AZAÑA.
3 La revolución de las Comunidades de Castilla. Joseph Pérez.
Segunda fase de la revolución
A medida que avanzaba la rebelión, sobre todo a partir del mes de junio de 1520, la connotación social de la misma se hizo cada vez más nítida, de modo que los patricios de las ciudades, que habían acaudillado inicialmente el movimiento, fueron sintiendo la competencia de la pequeña burguesía, los artesanos y los trabajadores de los distintos oficios.
La segunda fase del movimiento, centrada en Valladolid, se caracteriza por estar ya implantado el nuevo poder en las principales ciudades de Castilla, disponiendo de un organismo unitario, la Junta de Comunidades, y con una creciente proyección en el mundo rural, donde afloran las reivindicaciones de un campesinado exprimido con impuestos y rentas señoriales, perjudicado gravemente por los privilegios de trashumancia de la Mesta y, a menudo, arruinado por préstamos usurarios. Cuando la Junta de Comunidades hace suyas algunas de las reivindicaciones campesinas antiseñoriales, la nobleza decide aproximarse al rey.
Al alargarse el conflicto, éste había evolucionado revelándose como una revolución social, al intervenir, en pro de sus intereses, las clases explotadas. Si al principio la reivindicación fundamental era de signo nacionalista y monárquico-parlamentarista en lo político, la revuelta comunera fue adquiriendo un marcado tinte social, de antagonismo popular con la nobleza, tanto rural como urbana, lo cual tiene su reflejo en la evolución de la mentalidad comunera hacia posiciones prácticamente republicanas. En este punto, se produce una reconstitución del bloque dominante. La nobleza, una vez superadas las vacilaciones iniciales, luchó contra los comuneros, defendiendo ahora sus feudos y tratando de restablecer y consolidar su poder en las ciudades.
La antítesis de la explotación clasista
El clasismo es una estructura explotadora y, como es lógico, la resistencia a padecerlo es tan antigua como él. La clase explotadora no tiene nunca voluntad de ceder su primacía si no media un acto de fuerza por parte contraria; es decir, que no existe ningún otro medio para esquivar la estructuración clasista por parte de las clases explotadas si no es la revolución. Dicha resistencia es, pues, objetivamente en cada uno de sus días, un momento, más o menos esclarecido, extenso y profundo del proceso revolucionario. La revolución social es un fenómeno perenne de la historia, un proceso dilatado y, sólo en sus últimas fases, consciente, de desgaste y asalto a un bloque histórico clasista, por acción de otro bloque emergente de signo popular, siempre con la voluntad más o menos esclarecida, pero latente, de igualdad.
La configuración de la idea de igualdad en las mentes de los individuos expoliados por una clase parásita no concierne, en origen, a un referente ético, sino al hecho simple y directo de considerar, no sólo el sufrimiento que causa la clase explotadora, sino, lo que es decisivo, lo superfluo de su existencia. De la conciencia de esa existencia superflua se llega a la idea de su extinción y, de ello, a la contemplación de una sociedad donde exista sola la clase trabajadora, libre de clases parasitarias.
Cuando ocasionalmente aflora la crisis de la clase social que detenta el poder, los demás sectores se agitan y arremolinan, establecen estrategias, planteamientos ideológicos, ritmos y alianzas para suceder a quien parece decaer. En función de lo profunda que sea la crisis, la radicalidad de la revolución social tiende a aumentar, pasando entonces la dirección a sectores más proletarizados y, por tanto, más críticos con la estructuración clasista en general en vez de con aspectos parciales, extremos o coyunturales del clasismo del momento.
La mecánica de las revoluciones sociales podría relatarse como el trenzamiento de estos por las latentes revoluciones sociales, naciendo de la ira y la desesperación, experimentan procesos de clarificación que pasan por el surgimiento de ideologías, proyectos, vanguardias y estrategias en busca de un nuevo mundo o sociedad. Dichos procesos contienen una característica básica, que es la búsqueda de una nivelación social. Aunque ello no obsta para que, en función de su falta de madurez, puedan ser, bien derrotadas por el poder, bien capitalizadas por otras clases sociales de signo explotador, pero más ágiles y dinámicas que las que se hallan en el poder.
Cronología
1516.- El 14 de marzo en Flandes, Carlos de Hasburgo V de Alemania y I de Castilla, se autoproclama rey de sus posesiones hispánicas contra la voluntad del Consejo de Castilla.
1917.- El 19 de septiembre Carlos de Hasburgo V de Alemania y I de Castilla llega a Villaviciosa, Asturias, desde Flandes.
El 8 de noviembre fallece en Roa (Burgos) el cardenal Cisneros regente del reino.
El 14 de noviembre Carlos de Hasburgo naturaliza castellono a su sobrino Guillermo de Croÿ. Nombrándolo poco después arzobispo de Toledo con lo que pasa a estar al frente de la iglesia de Castilla.
1918.- Carlos de Hsburgo V de Alemania y I de Castilla llega a las Cortes de Valladolid, celebradas en la iglesia de San Pablo, sin saber hablar castellano y trayendo su sequito de nobles y clérigos flemencos. Comienzan a aparecer pasquienes en las iglesias castellanas donde se decía:
"Tu, tierra de Castilla, muy desgraciada y maldita eres al sufrir que un tan noble reino como eres, sea gobernardo por quienes no te tienen amor".
1920.- Febrero.
Los conventos de Salamanca redactan un documento, que se envía a todas las ciudades de voz y voto en las Cortes, exponiendo las reivindicaciones de Castilla, manifestándose contra el servicio (impuestos) que el rey pretende exigir antes de su partida hacia Alemania. Afirmando, también, que Castilla no tiene por qué sufragar los gastos del Imperio, ya que los recursos de Castilla se deben emplear en la defensa exclusiva de la región y no sacrificarse al Imperio, al que tampoco quiere estar sometida ("…No es razón Su Cesárea Majestad gaste las rentas destos reinos en las de otros señoríos que tiene, pues cada uno dellos es bastante para sí, y éste no es obligado a ninguno de los otros, ni sujeto ni conquistado ni defendido de gentes extrañas.."). Para concluir expresando que las Comunidades tendrán que tomar la defensa del reino, si el rey se negara a atender las justas quejas de su pueblo.
El 27 de febrero de 1520 Toledo se amotina, ya que el pueblo se opone a que los regidores acudan a Galicia, convocados por el Rey para rendir cuentas por la actitud rebelde del Concejo de Toledo. Los toledanos se apoderan del Alcázar, expulsan al corregidor y constituyen una Junta de Gobierno.
1520. Marzo.
El 1 de marzo Carlos I retorna a Valladolid.
El 4 de marzo el pueblo de Valladolid trata de impedir, sin éxito, el viaje del rey a Santiago, a unas Cortes convocadas en una localidad “realista”. El propósito del rey era obtener créditos con que hacerse coronar en Alemania. Eran 18 las ciudades que tenían representación en Cortes siendo función suya aprobar los pagos que efectuarían a la Corona, pues los señoríos estaban exentos y, lógicamente, las propiedades de la realeza, también.
El 31 de marzo se abren las cortes de Santiago.- Los procuradores toledanos se abstienen de participar y se niega la entrada a los de Salamanca. Las Cortes se convocan en Santiago con la finalidad de partir Carlos desde allí hacia Alemania y también para aislar a los procuradores de las ciudades que representaban (Galicia no tenía representantes directos) para así minar más fácilmente las previsibles resistencias de éstos a conceder un nuevo subsidio.
- 1520. Abril. Los procuradores de León, Valladolid, Murcia, Zamora y Madrid se niegan a comenzar la sesión votándole a Carlos I, como desea, el servicio o tributo con que pagar su coronación en Alemania.
Carlos I suspende las reuniones y decide convocarlas de nuevo en La Coruña. Revuelta popular en Toledo. Ocupación del Alcázar por el pueblo y constitución de la primera comunidad o poder insurrecto de libre elección. Carlos I nombra al cardenal flamenco Adriano de Utrecht regente durante su ausencia.
- 1520. Mayo. Tras sobornar a algunos procuradores, Carlos I consigue que le voten la cantidad demandada. Se niegan los procuradores de Córdoba, Jaén, Madrid, Murcia y Toro. Carlos I se embarca en La Coruña para Alemania. En Segovia, el descontento popular por lo sucedido en La Coruña estalla en insurrección. Por haber votado el servicio al rey, pese al juramento prestado, el pueblo de Segovia ajusticia en plena calle a Rodrigo de Tordesillas, representante de la ciudad. Estalla otra revuelta popular en Zamora.
1520. Junio. Sublevaciones antiseñoriales de Madrigal, Arévalo y Olmedo. Políticamente mantuvieron un equilibrio entre la Junta de las Comunidades y el Rey, pero socialmente habían abierto la fase de la revolución social.
El 8 de junio, Toledo propone a las ciudades con voz y voto en cortes la celebración de una reunión urgente con cinco objetivos:
1.- Anular el servicio votado en A Coruña.
2.- Volver al sistema de los encabezamientos para combrar los impuestos.
3.- Reservar los cargos públicos y los beneficios eclesiásticos a los castellanos.
4.- Prohibir la salidad de dinero del reino.
5.- Designar a un castellano para dirigir el reino en ausencia del rey.
Incluso se propone la sustitución del rey por una Castilla de ciudades libres.
- 1520. Julio. Constitución en Ávila de la Santa Junta del Reino o Gobierno revolucionario. Participan en las reuniones delegados oficiales de Segovia, Salamanca, Toro y Zamora, así como representantes oficiosos de otras ciudades castellanas. El caballero toledano Pedro Lasso de la Vega es elegido presidente de la Junta. El también toledano Juan de Padilla es nombrado jefe de las tropas comuneras.
- 1520. Agosto. Influidos por el ejemplo de rebelión antiseñorial iniciado en el mes de junio, otras localidades siguen su ejemplo: Palencia, Cazorla, Ciempozuelos... Hay una sensación en los dos bandos de que el levantamiento está cobrando una nueva dimensión. Segovia apoya sin equívocos el rumbo iniciado por las rebeliones antiseñoriales. Mientras tanto, al negarse los habitantes de Medina del Campo a entregar la artillería para bombardear Segovia, las tropas reales, bajo mando de Fonseca, prenden fuego a la ciudad. La toma de Medina del Campo por el ejército realista se hará “de forma más cruel que la empleada por los turcos”, provocando la entrada de nuevas ciudades castellanas en la Junta revolucionaria: Palencia, Cáceres, Badajoz, Sevilla, Jaén, Úbeda y Baeza. Entrada triunfal de Padilla al frente de sus tropas en Medina del Campo. El cardenal Adriano, tratando de acallar la revuelta que se extiende en todo el reino, destituye a Fonseca y disuelve su ejército. El ejército comunero con Padilla, Bravo y Zapata a la cabeza, es recibido triunfalmente en Tordesillas. Los comuneros visitan por vez primera a Juana I, que ha vivido recluida once años.
- 1520. Septiembre. El 1 de septiembre la sublevación campesina en Dueñas (Palencia) marca el punto de partida de una rápida expansión de los movimientos antiseñoriales en Palencia, Burgos y el Santander interior. La nobleza confirma entonces los temores que venía sintiendo desde el mes de junio. La Junta cursará órdenes de que se devuelva Dueñas a los duques de Buendía, pero, al tiempo, hablan de que los señores respeten los derechos de los vasallos, con lo cual se dejaba una vía abierta a las reivindicaciones antiseñoriales, pero se desautoriza implícitamente la revolución campesina. Esta ambigüedad escondía un principio de división.
Valladolid insta a desautorizar los movimientos antiseñoriales mientras Segovia y Burgos los apoyan. La nobleza consigue entonces la gran baza que estaba esperando: sus dos más altos representantes (el Condestable y el Almirante de Castilla) son designados cogobernadores con el Cardenal Adriano.
- 1520. Octubre. Burgos es “rescatado” por el sector moderado y se sale de la Junta. También Soria y Cuenca. Dos emisarios de la Junta viajan a Bruselas para negociar con Carlos I, pero, amenazados, han de regresar a Castilla sin verle. Carlos I es coronado emperador. Adriano huye de Valladolid a Medina del Rioseco, donde, contando ya con el apoyo de la nobleza, declara la guerra a la Junta. En Valladolid, pierde el poder el sector moderado.
- 1520. Diciembre. Pedro de Girón, noble que, tras su ruptura con el rey, dirige las tropas comuneras, inicia maniobras que suponen la pérdida de Tordesillas, haciéndose sospechoso de traición. La Junta se radicaliza y apoya las rebeliones campesinas, por la necesidad estratégica de crear focos rebeldes en los ámbitos señoriales, impidiendo así la existencia de zonas totalmente realistas. Sin embargo, ya ha aparecido en su seno la división, apreciándose entonces cuatro corrientes: una, que ha decidido traicionar, representada por los procuradores de Segovia y por Lasso de la Vega. Otra facción, que podríamos llamar pactista, quiere negociar, y está representada por los procuradores de Toledo y Toro. El tercer sector (G. de Guzmán) vacila, pero acaba decantándose por los pactistas.
Finalmente, la corriente revolucionaria, que está representada por los procuradores de Valladolid, Salamanca, Ávila y uno de los de Murcia.
- 1521. Enero. Recelos y acusaciones recíprocas van a ser ya la tónica en las comunidades. Vuelve a cobrar interés para la nobleza aliarse con el sector moderado y limitar el poder del rey, pero, al mismo tiempo, contemplan con aprehensión la creciente rebeldía campesina, que sólo se podrá acallar con un restablecimiento del orden anterior. La agitación antiseñorial se extiende por Tierra de Campos, espoleada por Acuña.
- 1521. Febrero-Marzo. La situación se hace dramática para la nobleza territorial. Mientras la Junta daba síntomas de división y parálisis, la revolución campesina iba in crescendo, encontrando apoyo en un rey(4), al que acaban por ver como el mal menor.
- 1521. Abril. El 23 de este mes, los comuneros reciben un duro golpe en la batalla de Villalar. Sin proceso alguno, sus jefes Juan Bravo, Juan de Padilla y Francisco Maldonado son decapitados el día siguiente.
- 1521. Septiembre. Comienza el bombardeo de Toledo, último bastión de las Comunidades. La ciudad resiste capitaneada por María de Pacheco.
- 1521. Octubre. Rendición de Toledo.
- 1522. Enero. Gracias al apoyo del rey Carlos I (y ahora también emperador Carlos V), el cardenal Adriano, que dirigió como regente de Castilla la lucha contra los comuneros, es elegido Papa con el nombre de Adriano VI.
- 1522. Febrero. Al celebrar el cabildo toledano la elección de Adriano, vuelve a brotar en la ciudad la rebelión comunera. El obispo de Bari sofoca con las tropas reales la nueva rebelión. María de Pacheco, último exponente de la revolución comunera, huye a Portugal.
9-. Consecuencias de la derrota comunera
1/ La revolución, al fracasar, trajo lo contrario de lo que buscaba, quedando la autoridad real y nobiliaria mucho más intensamente establecida. El orden señorial consigue consolidar sus posiciones y hacerlas prácticamente inexpugnables.
2/ La tela de araña de los intereses de la Casa de Austria (de ámbito europeo) atrapó a Castilla, que perdía sus posibilidades y entraba en el lugar asignado por la dinastía.
4 Carta del secretario Zuazola al rey: Creo que algunos de los Grandes por poner en necesidad a S. M. imitaron o a lo menos desearon al principio la guerra. Agora los veo que todos querrían la paz porque va la cosa por otros humores que lo que ellos pensaron, y porque temen perder sus estados en los cuales no tienen ninguna seguridad, porque vasallos y aun sus criados bullen en comunidad.
3/ El establecimiento de estas coordenadas se traduce en una decadencia histórica, al quedar supeditada Castilla a un papel económicamente subsidiario, que la haría ir perdiendo impulso frente al despegue de las potencias europeas que iban desarrollando la nueva fórmula capitalista.
4/ Especialización de Castilla como nación guerrera, encuadrando colonialmente a otros pueblos en el orden económico del capitalismo europeo, verdadero beneficiario estratégico de la lógica imperial de la casa de Austria.
5/ Como caso especial dentro del sub-imperialismo asignado a Castilla, se echan las bases de un antagonismo Castilla-pueblos no castellanos, de lo que se iba configurando como Estado Español.
6/ De modo fortuito, la victoria de Carlos I fue acompañada de otros sucesos europeos (surgimiento de la reforma protestante, avance del islamismo con el Imperio turco) y mundiales (expansión colonial, fundamentalmente castellana y portuguesa). Todo esto dio al reinado ya la victoria de Carlos I (pero, posteriormente, a toda la ideología dominante), una connotación providencial, un sesgo de misión divina en pro del catolicismo, bien combatiendo a herejes e infieles, bien “rescatando” a cientos de pueblos y tribus del paganismo.
6/ La fórmula de monarquía ultracatólica que caracteriza institucional e ideológicamente al sistema que vence a la sociedad castellana y, a través suya, a otros pueblos, va a gestar, a través de las generaciones, una antítesis histórica antimonárquica, laicista y federal, que es el común denominador de dos rupturas republicanas: una, en el siglo XIX (Pacto Federal Castellano); y, otra, en el XX. Y de la que estamos levantando en el XXI.
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